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Un árbol cargado de mensajes que dan vida

Artículo publicado por Carmen Prada

Siempre he mostrado abiertamente mi opinión acerca de la felicidad, pienso que no es un estado permanente a alcanzar, sino que son momentos, instantes que nos hacen sonreír, olvidarnos de todas nuestras preocupaciones, disfrutar de paz interior y exterior con nuestros seres queridos, algo que no cuesta dinero ni es tan difícil de vivir si tenemos una actitud positiva ante la vida, más allá de los problemas y dificultades que inevitablemente todos hemos de afrontar en la vida. Sinceramente, no creo en las personas que dicen vivir una felicidad permanente. Puede ser que haya personas que necesitan mostrar este estado de ánimo o forma de vida para auto-convencerse ellas mismas.

Para encontrar esos momentos de felicidad, no conozco otro camino que encontrarse primero de todo a gusto con uno mismo. “El equilibrio interior” no es fácil, pero el resultado nos lleva a desprender todo ese brillo interior que tanto bien puede hacer a los demás con su contagio.

Reconozco que me encanta ver sonreír a los demás, porque para mí eso ya es más que un regalo. Al igual que me encanta que me hagan sonreír a mí. Son muchos los instantes en los que somos felices y no nos damos cuenta. La felicidad no necesita tener fijada una fecha para ella, no necesita una programación, simplemente surge y fluye.

¡Qué importantes son las personas de las que nos rodeamos para alcanzarla! Si miras a tu alrededor, te darás cuenta que muchas de las personas de tu entorno te habrán dicho más de una vez que no creen en ella, que no existe, otros que ya no recuerdan la última vez que sintieron esa sensación… ¿Qué estás haciendo para  no ser generoso y compartir tus momentos de plenitud?

La situación actual por la que estamos pasando necesita mucho de todo aquello que las personas podemos aportar, ser generosos para con los demás y transmitir con ello esperanza.

A menudo veo personas con rostros llenos de dolor, de desesperación, caras de frustración, con una infelicidad en la que llevan sumergidos demasiado tiempo. Personas que no tienen que llevarse a la boca, aquellas que me encuentro por las calles pidiendo para poder sobrevivir, las que no superan la muerte de un ser querido, las que por un motivo u otro su entorno familiar está desestructurado, personas que no ven una salida porque están sumergidas en permanente estado depresivo en su vida, otras que han perdido hasta sus hogares y de repente después de años se ven en la calle… ¿Por qué no ser generosos con ellos?

Las aportaciones materiales están bien, en muchos casos son necesarias, pero únicamente tapamos una situación determinada con un parche. Es cierto que hay personas que no saben ser felices, ¿por qué no mostrarles el camino? ¿Por qué no dar testimonio de ello? No hace falta tener facilidad para contar chistes, ni siquiera ser gracioso, pero saludar con una sonrisa, ser amable, cercano, sensible, escuchar al otro, transmitirle ánimo, esperanza, alegría de vivir, es dar testimonio de que merece la pena seguir adelante, pues vivir esos momentos tan especiales cotidianamente está al alcance de todos, verdaderamente.

No te quedes para ti esos momentos de felicidad, compártelos, haz partícipes a los demás, muéstralos, puede que sin saberlo hagas felices a aquellos que tienes alrededor.

Para encontrar la felicidad en necesario olvidarse de uno mismo, y generar felicidad a los que nos rodean. El efecto es maravillosamente multiplicador.

Que no os entristezca que el final del verano esté cerca, aunque el calor aún apriete. Cada momento del año y de nuestra vida es una oportunidad para ser feliz.

Imagen, Propia.

Carmen Prada | Consultora de Desarrollo Personal y Profesional

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