Por Carmen Prada y varios colaboradores

A mediados del pasado mes de febrero di comienzo a una historia en una Red Social, que más bien era un relato con el final abierto, pues mi intención fue hacer participar a aquellas personas que les apeteciese, escribiendo cada cual su propio final para esa historia.

Historia solo había una, pero los finales fueron diversos.

Las personas que me conocen saben que yo no hago nada porque sí, sino que siempre hay una intención, buena, se entiende. Y lo digo ya que toda esta trama tenía un por qué, que no mencioné a propósito…

En nuestras vidas se repiten muchas historias, historias que se comparten entre mucha gente, con más de la que pensamos. Situaciones de desempleo, rupturas afectivas, crisis en nuestra economía, decepciones con amistades, fallecimientos, también alegrías… Pero cada uno decide cómo afrontar esa misma historia.

Nuestras emociones tienen mucho que ver con cómo vivimos determinadas situaciones, también el momento personal o profesional por el que estemos atravesando, la gestión de la autocrítica, hay períodos en los que quizá vivamos con una sensibilidad extrema…

Quizá alguna de las personas que puso final a esa pequeña historia hace aproximadamente un mes y medio, que tampoco es mucho tiempo, en el momento actual lo viviría de otro modo.

No me enrollo más y os dejo el resultado de este “experimento”, y vosotros sacaréis vuestras propias conclusiones.

“No encontraba el lugar ni el momento idóneo para saber hasta dónde podía llegar… Lo cierto es que el día amaneció oscuro y casi lloviznando, pero algo le invitó a tomar la decisión de ir a una cala cercana a su casa para estar en soledad.

Llegó y para su sorpresa, solo estaba ella y el mar, no había nadie más.
Cada vez que acudía a ese lugar se sentía desnuda porque a la vez se veía libre.
El sol doraba su piel, pensaba que éste hoy no saldría, parecía que solo lo había hecho para ella y aún más relajada se sintió.

La calita tenía unas grandes piedras que le permitían disfrutar del sol sin apenas tocar la arena.
Esa tarde algo le llamó la atención, caminó hacia su piedra preferida y se quedó ensimismada mirando el sinfín del mar.

Sabía que apremiaba el tiempo y tenía que tomar una decisión ya. En ese mismo instante mientras miraba el mar y sin darse cuenta, se puso a ello…
Era mucho lo que Encina había sufrido por amor, la vida le había golpeado fuerte, había perdido casi totalmente la fe en ese sentimiento.

Y es que, sin buscarlo ni quererlo, había vuelto a resurgir en ella y se había vuelto a enamorar.
¡No comprendía cómo  podía haber sucedido!
Pero en esta ocasión, su gran amor estaba a más de 400 kilómetros de su hogar y de lo más importante, de sus padres con los que ella vivía.

Su madre, una mujer mayor pero con gran fuerza y valentía. Su padre, que con el paso de los años se había vuelto solitario y muy dependiente de ambas. Lo cierto es que en gran medida Encina llevaba el peso de la casa.

¡Era el momento de tomar una decisión!, vivir su vida y caminar hacia su futuro o seguir viviendo una vida que aunque querida no era la suya…

¿Qué decisión tomar?”

Voy a colocar por orden las personas que intervinieron con “su final”, y lo haré de un modo textual, sin variar ni corregir ninguna de sus aportaciones.

  • José Manuel López Gay; “Mirando al Mar soñe….”
  • Susana Álvarez Fernández; “Sonrió por última vez a su querida cala y emprendió rumbo a casa, tenía mucho que hablar con sus amados padres”.
  • Óscar Montejo Rodríguez; Durante el viaje, su mente estaba desatada. Miedos contra ilusiones, pasado contra futuro,…. una lucha constante entre pensamientos ocuparon cada kilómetro del viaje. ¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Y si sale mal?¿Y si sale bien?. La locura de su mente contrarrestaba el volcán emocional de su corazón. Un cúmulo de emociones que confluian en una misma conclusión: quiero y necesito hacer esto.
    Al bajar los escalones del tren, sus piernas, temblorosas, apenas sabían donde dirigirse. Su amado no la esperaba. ¿Qué clase de sorpresa sería sino?. En su rostro, una sonrisa que llamaba la atención a cuantas miradas se cruzaban con Encina. Es uno de los efectos del amor, se nota. ¡Vaya si se notaba!”
  • Celia Benítez Pozo; Su cabeza le decía no lo hagas, no te vayas en busca de ese amor, pero su corazón gritaba…hazlo, vete, lucha por tus sueños, vive tu vida y sé feliz con tu amor. Entonces Encina decidió oir los latidos de su corazón, se levantó de su piedra mirando al mar y gritó: voy a ser feliz, voy a arriesgarme y vivir ese amor que me destroza por dentro.
    Cogió su coche y se fue en busca de la felicidad, pero cuando llegó él no estaba, en su puerta había una nota para ella. Abrió el sobre temblorosa y su corazón dio un vuelco al leer: Lo siento, no puedo hacer esto, Encina, perdóname pero soy un cobarde y no tengo derecho a cambiar tu vida, sé feliz sin mi porque yo no soy el hombre que tú deseas, sólo soy una ilusión”.

Y tú, ¿te atreves a ponerle tu final?

Quiero agradeceros a todos los que habéis participado de un modo u otro en esta  historia que yo inicié y que con vuestra contribución ha tenido distintos finales. Todos ellos, son posibles. Cada uno, es especial…

  • Carmen Prada | Consultora de Desarrollo Personal y Profesional

Imagen, Pinterest.com

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