Artículo publicado por Carmen Prada
En el momento actual cada vez resulta más difícil encontrar personas que confiesen estar en un trabajo que les guste y disfrutar con lo que hacen.
Independientemente del sector al que te dediques, la categoría o cargo que ostentes dentro de la empresa en la que desarrollas tu carrera profesional, permanentemente hay que ser valiente y hacerse valer. A veces hay que dar un golpe encima de la mesa para mostrar carisma, personalidad e implicación… Pocas veces me ha temblado el pulso, pero eso sí, siempre desde el respeto y la educación, y con una argumentación coherente para defender mi criterio con firmeza y humildad, mucha humildad, pues la soberbia es el virus maligno de cualquier desempeño profesional, y especialmente en mi sector.
Durante bastantes años de mi vida laboral me he visto vinculada directa o indirectamente al mundo comercial, un mundo muy poco valorado por los que lo observan desde el tendido. Cada vez que me han preguntado durante esta etapa a qué me dedicaba, siempre decía, “soy Asesora Comercial, y orgullosa de ello,” y he podido decirlo así porque siempre he amado lo que hacía, me apasionaba, aunque muchas veces fuese difícil, agotador e incluso decepcionante… Pero también me ha aportado mucho económica y personalmente por los logros que se pueden obtener.
Está claro que no he saltado una mañana de repente de la cama y, ¡caramba, ahora soy Consultora de Desarrollo Personal y Profesional! Pues no, hay mucho trabajo de fondo hasta llegar a este punto.
Un día, no sabría decir a qué hora ni en qué momento, me paré, miré hacia atrás, me volví a situar en el presente y fijé la mirada en el futuro y pensé: “te apasiona trabajar con la gente, escuchar a las personas, leer entre líneas lo que no se dice, tus amigos se acercan buscando tus consejos, eres sensible pero a la vez con mucho carisma y entonces, ¿qué estás haciendo para no dedicarte a tu pasión que no es otra que trabajar con las personas?”
La sensibilidad con la que trabajo día a día, y la sonrisa permanente, sin darte cuenta se transmite, y eso es una de las mayores recompensas que puedo obtener.
¿Qué te lleva a alcanzar tu meta, tu objetivo? Trabajar cada día a base de tesón, perseverancia, amor por lo que haces, mostrar personalidad, levantarte después de cada caída, quedarte con lo bueno de las vivencias y de la gente, aprender de lo que no lo ha sido tanto, automotivarte de forma continuada y rodearte de personas que te acompañen en tu proceso y te aporten en pos de tu objetivo.
Me siento muy agradecida a este “mundillo”, el comercial, me ha ayudado a conocerme mejor, a sacar a flote lo mejor de mí, a relacionarme con mucha gente buena e interesante, y a no tener que lamentarme nunca de no tener trabajo. ¡Claro que ha habido momentos en los que la tentación de rendirme se ha hecho presente! Pero entonces miro atrás, el presente y lo que puede venir en un futuro – siempre con el afán de superación a flor de piel – y me doy cuenta que merece la pena, que soy afortunada por disfrutar del recorrido y que estoy segura de que lo mejor está por venir.
Atrévete a ser tú mismo, hagas lo que hagas, y no permitas que nadie te diga hasta dónde puedes llegar, y mucho menos dejes que te coloquen una etiqueta que solo sirva para limitar tus potencialidades.
Las crisis no faltarán, llegarán otras, y aún peores quizá, pero no pierdas el tiempo en inútiles lamentaciones, dedica tu energía a descubrir las oportunidades que sin duda hay, y no tengas miedo a comerte el mundo.
Si nunca haces lo que nunca has hecho, no llegarás más lejos de donde has llegado.
*Fuente de la fotografía, Pintarest Carmen Prada
Carmen Prada | Consultora de Desarrollo Personal y Profesional
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