Artículo publicado por Carmen Prada
Soy persona de costumbres fijas para ciertas cosas, y una mañana de la pasada semana fui a tomar mi café de primera hora a una cafetería donde acostumbro a hacerlo. El dueño del local, conocedor de mi profesión, me confesaba que muchas veces los clientes abusan del dicho “el cliente siempre tiene la razón”. Entonces yo le pregunté; “¿pero tú como profesional y empresario, crees que siempre la tienen?” Él fue sincero -siendo yo en ese momento clienta- y me dijo; “claro que no, Carmen”. De igual modo, yo me sinceré con él…
La frasecita dichosa la escuchamos demasiado, o por lo menos eso me sucede a mí, por desgracia…
En una cafetería, en la pescadería, en un restaurante, cuando ofreces un servicio, seguros, tecnología, asesoramiento…, en los campos de fútbol se silba hasta al propio equipo, y todo porque “para eso pago”.
“Pues señores, yo soy profesional y cliente (las mismas horas del día) y nunca, jamás he pensado tal cosa”.
El profesional que nos sirve una cerveza, también decide si ponérnosla o no según el estado de embriaguez, algo que muchas veces le supone problemas… En la pescadería, somos libres de irnos a otra si pensamos que el último día que nos llevamos sardinas no estaban lo suficientemente frescas… En un restaurante, nos dan de comer, y no nos equivoquemos, en función de lo que pagamos, ¡y es así, aunque a alguno no le guste escucharlo! Sin embargo, me llama la atención que las cadenas de comida rápida siempre tienen largas colas, ¿alguien se ha preguntado alguna vez si realmente la comida gusta en proporción a las colas? ¡No, pero es barata! Pero si vamos “por error” a un restaurante en el que no saben lo que es un precongelado, será mayor la factura que la de “esas cadenas…” y salimos diciendo “esto es un atraco, para lo que hemos comido…” En el tema de la prestación de servicios, creemos que el comercial por lo que le hemos contratado o comprado tiene que estar disponible las 24h como si fuese el 112 (y la multinacional no es de él), ni siquiera sabemos lo rentable e incluso muchas veces, lo no rentable que le habrá salido la operación, pero tiene que mover muchas veces la cabeza “de arriba a abajo…” Respecto a los aficionados al fútbol, cada domingo tengo que escuchar en mi estadio “El Toralín”, cómo se silba al equipo cuando no se juega “como el pueblo quiere o piensa que se debería”, cómo se falta al respeto a algunos jugadores en particular, y que también es cierto que hay demasiados “entrenadores no titulados”… Y siempre en la boca la misma frase, “digo lo que me da la gana que para eso pago la entrada”. Disculpe, ¿alguien le ha ido a buscar a casa con un palo para que vaya usted a ver el partido y moleste a los que realmente van a disfrutar con “sus colores”? ¡Pues no, quédese en casa que está calentito y le sale más barato!
Y es que, podríamos seguir y seguir y seguir con ejemplos para darnos cuenta de que el cliente no siempre tiene la razón, yo lo tengo muy claro.
Evidentemente que los clientes tenemos derechos y voz y algo muy importante, tenemos la última palabra porque decidimos dónde ir y dónde no, qué comprar y qué no, pero pretender tener razón por el simple hecho de ser en ese momento el pagador es un insulto a la inteligencia, es poner al dios dinero por encima de la dignidad de la persona que nos atiende, y es una muestra de prepotencia, superficialidad y escaso intelecto. Tener o no razón puede ser discutible, pero utilizar la billetera como argumento es mezquino y estúpido.
Aun suponiendo que la tuviéramos, no empecemos a perderla con las formas, ya que las discrepancias o errores no justifican la ausencia de educación, respeto y elegancia. Estos valores distinguen a unos clientes de otros, pensemos que quizá a esa persona con la cual hemos perdido “los papeles” en algún momento, nos la podemos encontrar a lo largo de la vida, en otra “película”, y quizá, tenga memoria…
Sembremos cordialidad, empatía, y seguramente recojamos algo bueno de todo ello. Y, en todo caso, con no volver a ese establecimiento, asunto arreglado. ¿De verdad acudes habitualmente a un negocio sin competencia, sin alternativa, sin que exista otro similar al que ir?
Carmen Prada | Asesora de Desarrollo Personal y Profesional
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