Con cariño por Carmen Prada

Siempre he escuchado que para ser madre, una mujer nunca está preparada.

Yo no lo soy, pero sí hija y hermana, y tengo varias amistades en mi entorno que son madres. También he escuchado que te cambia la vida… Y es algo que jamás he dudado.

Admiro a mi madre, lo he hecho toda mi vida. Soy consciente de que cuando hablamos de nuestras madres, se utilizan muchas frases hechas. Pero es que, aun hechas, son verdaderas.

Admiro a mi madre por muchos motivos, y entre ellos, el regalarme su ejemplo de vida humilde, honrada, de sacrificio, generosidad, y repleta de entrega. Entrega por su esposo y por sus hijas.

Ella siempre dice que su mayor orgullo son sus tres hijas, y hasta en eso es generosa. La vida no le ha regalado nada, siempre nos ha hecho ver que para lograr algo se debe derrochar mucho sacrificio. Que conseguir las cosas de un modo fácil y rápido no es el mejor camino. Y es que nuestra mejor carrera de estudios nos la ha regalado ella, la carrera de la vida.

Humildemente, pienso que ser madre es una carrera de fondo. Durante 9 meses hay momentos buenos y otros que no lo deben ser tanto. Poco a poco vamos creciendo y los hijos,  a veces sin percatarnos de ello, nos volvemos egoístas. Egoístas porque nuestra memoria es selectiva y se nos olvida  lo mucho a lo que nuestra madre tuvo que renunciar, y quizá lo siga haciendo, para darnos lo mejor.

Noches en vela, miedos, preocupaciones, decepciones, alegrías… ¡Tanto y nada que le damos! Pero aun así, ahí están, incondicionales.

Una madre ejerce con “título” siempre. En la más tierna infancia, en la complicada adolescencia, en la esperanzadora juventud, cuando nos casamos, pero también cuando nuestra edad y “experiencia de la vida” nos hacen pensar que en nuestra vida actual nuestra madre poco ha de ejercer. ¡Disculpadme, pero es un grave error! El punto de vista de una madre es único, por lo que creo muy conveniente estar siempre receptivo a lo que puedan decir, pues lo harán con amor y conocimiento, más allá de que después cada uno ha de tomar sus propias decisiones, pues en eso también consiste ser adulto.Hay muchas frases típicas de una madre, pero sin duda la mía tiene un repertorio diferente para  cada una de sus tres hijas. Y es que cuando digo que una madre toda la vida sigue ejerciendo como tal y además debemos disfrutar con ello, pongo el ejemplo de frases típicas de la mía, que aún ahora, a mis 42 años, sigue diciéndome:

  • Me he podido comer medio cocido, pero para mi madre la frase “nena, no has comido nada”, es obligatoria.
  • Reconozco que me gusta mucho hablar con ella, y aunque estamos a poca distancia geográfica, al teléfono le damos bastante uso. Si pasa unos días sin llamar y al final acabo llamándola yo, solo descolgar el teléfono dice “justo ahora, hija, te iba a llamar yo…”
  • Puedo llevar cinco capas de ropa encima, pero sin duda dirá “abrígate, que después así se cogen los catarros”.

Podría seguir y seguir, pero independientemente de la edad que tengas, tú que me estás leyendo, seguramente hayas identificado a tu propia madre con alguna.

Y es que es cierto, ¡MADRE NO HAY MÁS QUE UNA!

¿Y por qué hoy hablo de las madres? Hoy se celebra su día. Será como recordatorio, porque a mi madre la tengo en la mente cada día e instante de mi vida.

No necesito un día como hoy para decirle “te quiero mamá”, o mandarle un beso por teléfono, achucharla cuando estoy con ella, decirle lo orgullosa que me siento de ella por recientes pasos que ha dado que solo los valientes se atreverían a darlos, a hacerle un regalo porque he visto algo que me ha hecho pensar en ella… ¡Celebro tener a mi madre, pero lo hago cada día!

Bello poema he encontrado para este día, a ti mamá que jamás me has soltado de la mano te lo dedico:

“Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Solo ellas son las santas, solo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción.
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!”

                                                                                                              Alfredo Espino

No dejemos de dar gracias cada día por el hecho de habernos dado el regalo de la vida.

Dedicado a mi madre en especial y a todas las madres que leáis estas humildes palabras que salen del corazón. Unas palabras inspiradas por el amor de una hija.

Carmen Prada | Consultora de Desarrollo Personal y Profesional

Imagen, propia

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