Por Carmen Prada

“Ya quedaba muy poco para que llegara el carnaval. Era uno de esos días previos a ver las calles vestidas de color. A disfrutar de los disfraces hechos a mano con tanto cariño y delicadeza, pero también de esos otros comprados a última hora. Al ruido de los matasuegras, las serpentinas volando, la música de las charangas, a unirse a ella y dejarse llevar… Todos estos recuerdos son los que invadían en cualquier momento del día a Sofía en estas fechas.

Los más lejanos se remontaban a su infancia, pues desde muy corta edad su madre le comenzó a disfrazar, y lo cierto es que nunca acordaba muy bien de qué, y por mucho que le ha preguntado durante toda la vida, Raquel nunca ha sido capaz de recordarlo.

Pero Sofía sí recordaba el disfraz que, a partir de una cierta edad, año tras año solicitaba a su madre. Lo cierto es que no era complejo en su confección, en ese sentido no se lo ponía difícil a Raquel, con lo que nunca su madre se negó a ello.

Sin embargo,  el cuarto año de volver a solicitar vestir el mismo disfraz, Raquel le preguntó con inquietud; “Sofía, hija, ¿por qué cada año el mismo disfraz mientras las demás niñas varían?”

La respuesta de Sofía fue clara y concisa, “¡porque de mayor quiero ser médico!”

Ante esa respuesta tan contundente y segura, su madre desistió de hacerla cambiar de “personaje”. Era el deseo de su hija, y no era mala cosa, todo lo contrario.

Sofía recientemente ha cumplido 45 años, y se ha dado cuenta que todo aquello simplemente había sido un deseo infantil, ni tan siquiera se atrevía a llamarlo sueño, pero los recuerdos de aquellos momentos no han dejado de venirle a la cabeza año tras año y siempre en las mismas fechas. Bueno, también hubo otro momento de su vida en el que le vino a la mente, y fue cuando le entregaron el título de Técnico Superior en Dirección de Cocina.

Amaba estar entre cacharros y fogones desde aquel campamento de verano en la adolescencia en el que en el reparto de tareas le tocó ayudar cada día a preparar “el rancho”, y cuando se planteó qué hacer al terminar sus estudios en el instituto, no tuvo ninguna duda. Además, vivía en una de las ciudades con mayor potencial en España para ello, San Sebastián.

El día que le entregaron el título, y mientras recordaba aquel disfraz que durante años había lucido con infantil ilusión, se dio cuenta que la vida no se puede programar a muy largo plazo, pues ésta da muchas vueltas, y a veces hay que dejar de lado proyectos incluso buenos, para optar por otros más acordes a lo que uno siente en su interior, pues la felicidad tiene mucho que ver con encontrarse a uno mismo, descubrir el camino a seguir y perseverar hasta el final.”

Nos alejamos y traicionamos a nosotros mismos, a veces por cobardía, otras por comodidad, quizá por mendigar un poco de atención…

Carmen Prada

En nuestra vida cotidiana, es fácil caer en la tentación de disfrazarnos de múltiples formas, nos colocamos caretas para mostrar la cara que otros quieren ver, optamos por antifaces que tapan la profundidad con la que proyectamos nuestra mirada, e incluso por momentos pronunciamos palabras para que los que nos rodean, no se alejen de nosotros. Creemos que lo más conveniente es hacer y decir todo aquello que nos beneficie para no quedarnos solos o sentirnos un bicho raro…

Os deseo un feliz carnaval, pero eso sí, cuando estos días pasen dejemos los disfraces, caretas y pelucas a un lado, y volvamos a ser nosotros. En el más genuino sentido.

Carmen Prada | Consultora de Desarrollo Personal y Profesional

Imagen de Pixabay

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